EL DOCTOR SOSA
Yo, como casi todos los cubanos, conocí al Doctor Sosa a través de la televisión, en aquel mítico programa llamado ESCRIBA Y LEA. El no menos mítico panel de historiadores conformado por la Doctora María Dolores Ortiz, el Doctor Gustavo Du’ bouchet y el ya mencionado Doctor Enrique Sosa hacían cada semana las delicias de sus fieles televidentes dando muestra de una cultura enciclopédica y de una memoria de paquidermo.
Algunos años después, tuve la suerte de conocer personalmente a Du’ Bouchet y a Sosa, pues fueron mis profesores de la Licenciatura en Historia, lo mismo que al Doctor Ángel Pérez Herrero, a quien también se podía ver por Escriba y Lea por aquellos años 90 y no sé si todavía hoy.
Estar en clases con aquellos ilustres profesores, disfrutar de sus maravillosas conferencias, era para todos nosotros un verdadero placer y un lujo inexplicable.
Con el Doctor Sosa en concreto, mi relación fue aún más estrecha, pues se encargó de ser el tutor de mi tesis “El Espiritismo en Cuba, aproximaciones a su estudio.” Trabajando con él de tú a tú, pude comprobar en toda su magnitud su sabiduría y su oficio como historiador. También trenzamos una hermosa amistad que duró hasta mi salida de la isla.
Yo me preciaba de ser uno de esos ex alumnos que se podían dar el lujo de tocar a su puerta sin haber anunciado antes su visita. Esto era algo que a Sosa no le hacía demasiada gracia, pues no le gustaba que se le interrumpiera cuando estaba trabajando. De hecho, hasta sus propios familiares se cuidaban de interrumpirlo cuando se encontraba encerrado en su estudio.
Sin embargo, yo me saltaba esa recomendación a menudo. Siempre que quería hacerle un buen regalo a un amigo, lo invitaba a conocer al Doctor Sosa. Me invitaba a pasar a su estudio y allí conversábamos largo y tendido. Tengo recuerdos muy hermosos de nuestras tertulias, a las que invité a más de un buen amigo.
Las cosas que me dijo en privado, forman parte de esos tesoros de mi recuerdo, los cuales llevaré siempre conmigo. Muchas veces me abrió su corazón y me contó muchas de las interioridades de su vida.
Una tarde pasé por su apartamento situado entonces en el edificio que está en una de las esquinas de calle Línea y Paseo, para presentarle a mi entonces novia y hoy esposa. Él accedió a hacerse conmigo esta foto, así en ropa de andar por casa, y que ahora comparto con ustedes. Siempre lo incluyo en mis rezos y pido por su alma. Nunca lo olvidaré y lo tendré siempre como uno de mis grandes maestros.
TADEO