martes, 13 de enero de 2009

EL VIAJE A CUBA EN IMÁGENES

EL VIAJE A CUBA EN IMÁGENES

No hace ni siquiera un mes que he regresado de Cuba y ya me estoy dejando atrapar por la nostalgia de ese lugar que llevarás clavado para siempre en tu memoria. Ni mejor ni peor, simplemente tu lugar, y basta con esto. No hace falta explicar más.

Has cumplido con los objetivos que te llevaron a volver a tu sitio, a tu centro, a tu esencia. Les has dejado a ellos la alegría de tu presencia, has inyectado dinero y bienes materiales en sus economías, y tú has inyectado el calor humano que tanto echas en falta en estas gélidas regiones del corazón a donde te llevó la suerte y el amor, o el amor a la suerte, o la suerte de dar por fin con el amor.

Has regresado con nuevos bríos, con las pilas cargadas y sabiendo que te esperan años de espera para poder repetir la delicia del reencuentro con todo eso que has dejado atrás y que no es más que el reflejo de ti mismo.

Aquí, parado en la nostalgia y en la lejanía de mi piso bilbaíno, repaso el arsenal de fotos que he hecho allí y se las muestro a ustedes para que le pongan rostro a mi añoranza y para compartir de un modo diferente todos estos fragmentos de ese gran rompecabezas que es en definitiva, mi vida.

Salí de Bilbao en autobús para coger el avión en Madrid.
Salí de casa lloviendo y con muchísimo frío, pero feliz por saber que me separaban pocas horas de los seres queridos que dejé en Cuba y de la ciudad que me vio nacer.

Por fin llegué a Madrid. Venía sentada a mi lado una señora con aspecto muy descuidado, sucia y muy maloliente, así que el viaje se me hizo eterno.
El resto ya se lo imaginarán. Viaje en autobús al aeropuerto, montarse en el avión, volar 9 horas, luego aduanas, movimiento de equipajes allí en el aeropuerto Internacional José Martí de la Habana, el reencuentro con los familiares que me esperaban, largo viaje en coche hasta Trinidad de Cuba, mi ciudad natal, y ya está. De nuevo en casa.


Ay, mi linda Trinidad de Cuba. Qué lejos he tenido que irme a vivir para comprender que eres uno de los lugares más hermosos y mágicos de la tierra. Antes no lo sabía, pero ahora sí lo sé. A veces esto es lo único que nos dejan los viajes, descubrir que la felicidad la tienes al lado aunque no tengas ojos para verla.
Ahora Trinidad y yo somos, ella, la ciudad añorada y que me añora (al menos eso quiero creer) y yo, el que la añora y la añorará siempre. El que se ha ido, pero se siente orgulloso y afortunado de haber visto la luz por primera vez entre ese cielo y esa tierra.

Luego, y a la vez primero que todo, mi madre. Mi madre es uno de los seres más extraordinarios que he conocido. Una mujer con una sabiduría y con una capacidad de análisis, de deducción, con una capacidad de amar a las personas, y con el don de hacer amigos y admiradores por montones.
Yo tuve la suerte y el privilegio de venir al mundo por su vientre, y todo lo que pueda haber de bueno en mí, de ella procede. Su amor de madre me ha hecho dependiente de ese sentimiento y me ha enseñado a amar a los demás con su ejemplo. Que Dios me la conserve muchos años.


Al mismo nivel, mi padre. Mi padre es también un anciano adorable que no deja de hablar un instante de su hijo que vive en España. Cuando yo llego, él no se me quiere despegar, así que se va de paseo conmigo, y como es lógico, termina haciéndose fotos con las amigas mías que nos vamos encontrando por el camino.
Redondeando la foto de familia, mis dos hermanas. Seres admirables y queridos. Somos tres hermanos, cada uno con sus peculiaridades y características, pero hermanos que nos idolatramos y entregamos sin miramientos. Mis hermanas son mi vida, y vivo para que sean felices y siempre esté bien. Sus deseos son órdenes para mí.


Luego, la nueva generación familiar que nos sucederá, mis sobrinas queridas y hermosas.
Más tarde vienen los amigos, esos hermanos que te buscaste en el bregar de la vida y que los adoras también. Seres entrañables y muy parecidos a ti en gustos y aficiones. Esos seres que iluminaron tu vida el día que los encontraste, porque te sentiste menos sólo en el mundo y menos raro.
Los grandes amigos que hiciste en la universidad y que no más enterarse de tu llegada se aparececieron en tu casa para pasarla bien y recordar los viejos tiempos.

La sonrisa linda de los que te quieren y se alegran de verte de nuevo por allí.

En los pueblos pequeños como en el que yo nací, muchas veces los mismos padres se encargan de emparejarte. Ellos ya saben con quién te deberías casar, y no pierden la oportunidad de dejarte claro con quién sí y con quién no estarían de acuerdo.
Sin embargo, la persona que "te toca" en cuestión y tú, no siempre tienen las cosas tan claras. Casi siempre se resisten al destino casi inexorable que te impone la dinámica social del pueblo. Unos terminan aceptando su suerte y casándose con esos pretendientes de toda la vida. Otros como yo, nos fabricamos otras opciones, y terminamos rompiendo con los vaticinios de los mayores, aunque siempre queda la amistad, el cariño y el trato especial que da el saber que somos lo que somos, (amigos) pero que pudimos haber sido mucho más que eso.
Aquí tienen a una de esas candidatas a esposa que el pueblo me había "designado"sin siquiera contar conmigo.

De repente te encuentras mirando en las paredes los nombres de las calles, porque notas que se te han olvidado, y claro, te confunden con un turista, y muchos no te creen cuando les dices que eres de allí de toda la vida.


Las fiestas íntimas en casa de los amigos que te invitan a compartir con ellos. Esos que brindan a tu salud y con quienes compartes el ron, la comida, la música de moda.
Esta vez no dejaba de sonar el reggetón cubano. Eché un poco de menos la salsa de mis tiempos.
No desaproveché la oportunidad para bailar un poco, y bueno, también pude darme cuenta que ya empezaban a tratarme como una persona mayor, pues ya los jóvenes eran otros y no tú.

Descubres que no conoces a nadie de la nueva generación de niños que han venido al mundo durante tu ausencia. Descubres que en la Cuba de hoy ya no somos tan iguales. Unos han arreglado y agrandado sus casas....
Y otros no han tenido la misma suerte y siguen viviendo muy pobremente.
Vuelves a admirarte con la capacidad de los cubanos para seguir adelante luchando con sus carencias y necesidades vitales. Y descubres, ya con la mirada del turista, que Cuba sigue siendo un lugar fantástico para conseguir buenas fotos.
Descubres también que las personas mayores o han muerto, o siguen envejeciendo como es lógico y notable.

Descubres que algunos amigos, a pesar de haberse quedado en el pueblo, se han puesto más gordos que tú.

Que no hay lugar más placentero y acojedor que tu propia casa, esa que echas de menos y a la que regresas siempre con un placer inmenso.

Que los atardeceres de tu tierra son impresionantes y que son los que más te tocan el alma y remueven más tus recuerdos.
Que esos parques que esconden los secretos de tus amores adolescentes se mantienen intactos, con la misma magia de siempre y con la misma capacidad para seducirte y hacerte sentir que aún queda dentro de ti algo de ese niño que fuiste.


Que las playas que amas y que sientes como tuyas, siguen allí esperándote siempre como novias fieles, y recibiéndote siempre con los brazos abiertos.
Y como todo viaje siempre es efímero. Siempre nos llega la hora de regresar.
Uno se despide de su ciudad y de los suyos lo mejor que puede....

Cumples con la tradición y dejas tus velas y tus ofrendas a esos santos locales que han prometido cuidar de ti y de los tuyos allá a donde vayas. Esos santos que abren y cierran los caminos y que uno procura, por si acaso, tenerlos contentos...

Llega el momento de retornar a tu vida cotidiana. Toca desandar lo andado dejando tras de ti lágrimas y alegrías, abrazos, y la esperanza de un pronto reencuentro. Nuevas horas de avión y de autobús, esta vez ya con mucho menos equipaje.
Otra vez miras los paisajes nevados que cada vez sientes menos ajenos, y te dejas llevar por el deseo de estar de nuevo junto a tu nueva familia, esa que has fundado y de la que te sientes feliz y orgulloso. La esposa amantísima y la hija que es tu tesoro y tu razón de ser.

TADEO