sábado, 21 de abril de 2007

EL CAPITOLIO DE LA HABANA


El Capitolio de la Habana es uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Su construcción se debió al capricho del entonces presidente de la República, Gerardo Machado, por allá por los años 20 del siglo pasado. Cumplió la función de sede de los gobiernos de entonces hasta que al triunfo de la Revolución de 1959 pasó a ser una especie de museo y la sede de la academia de ciencias de Cuba.

Yo tuve la suerte de pasearme por el Capitolio en más de una ocasión. Unas veces, como turista y otra vez, la más especial de todas, como invitado a un encuentro de historiadores cubanos y españoles en el marco del centenario de la intervención norteamericana en la guerra Hispano-Cubana.

En nuestros ratos libres, a la hora de la merienda, mi amigo Pedro Cubas y yo, nos recorrimos muchas de las salas de este edificio inmenso y pudimos disfrutar de su excelencia arquitectónica.

Dicen que las esculturas de la entrada se pensaban encargar al mismísimo Augusto Rodín, pero no fue posible, así que tuvimos que conformarnos con el trabajo de un escultor más modesto.

Hablando de esculturas, el Capitolio alberga entre sus muros una gran escultura de Atenea, que según escuché, es la estatua bajo techo más alta que se puede encontrar en la isla, y posiblemente, una de las más altas de toda Latinoamérica.

Otras de las maravillas que hacen famosa esta mole de piedra, es que guarda un diamante bastante grande. Se encuentra en el suelo marcando el kilómetro cero de la carretera nacional. Dicen que el diamante que se puede observar ahora mismo allí, es una copia del original, puesto que varias veces se lo robaron a lo largo de la historia, aunque curiosamente, siempre terminó apareciendo.

Por otro lado, el Capitolio, por ser un edificio inconfundible, siempre fue el mejor punto de encuentro de toda la Habana. Cuando querías quedar con alguien, sobre todo si ese alguien no conocía bien la ciudad, le decías: "Nos vemos a tal hora frente al Capitolio. Eso no fallaba. Y bueno, los guajiros, es decir, la gente del interior que llega a la capital, y claro está, también los turistas venidos de todos lados del mundo, no faltan al ritual de hacerse una foto al pie de este edificio monumental.


TADEO

HOTEL RIVIERA


El trozo de malecón que está frente al hotel Riviera, es uno de los que más transité, sobre todo cuando visitaba las residencias estudiantiles universitarias de F y Tercera y 12 y Malecón. Allí vivían muchos amigos, con quienes quedaba de vez en cuando, y no era raro que nos diéramos un paseo frente al mar, o que nos sentáramos en el muro del malecón a ver caer la tarde mientras nos contábamos las anécdotas de la carrera, o simplemente compartíamos preocupaciones, sueños, esperanzas.


Tadeo

viernes, 20 de abril de 2007

ALICE LA AUSTRIACA


Alice Ludvig estudió conmigo en la Universidad de la Habana. Llegó desde su Viena natal a compartir suerte con esa pandilla de locos que éramos los estudiantes de filosofía e Historia de la Universidad de la Habana por allá por el año 1993. Eso sí, creo que dio con gente a su medida, porque esta chica consiguió asombrarnos a todos con su manera de ser y su belleza tanto externa como interna, sobre todo esta última.

Un buen día llegó el vicedecano acompañado de la exótica estudiante y nos dijo:

-A partir de ahora, tienen nueva compañera de clases.

Nosotros, encantados. Los cubanos llevamos dentro esa hospitalidad que se nos sale del alma, así que enseguida nos volcamos con los que vienen de fuera, y mientras más de fuera vengan, pues más hospitalarios nos volvemos, jejeje. Ya se sabe que en Cuba un extranjero es visto como un dólar andante, pero quiero pensar que aún en muchos casos, esa hospitalidad se sigue brindando desinteresadamente, o por lo menos, con un porciento alto de desinterés, que no quiere decir que uno no sepa que "el que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija·"

Recuerdo perfectamente cuando al terminar las clases todos nos fuimos a almorzar al "Machado" (¿se llamaba así?) el comedor de la universidad de la Habana. Luego, al regresar a la biblioteca para nuestro maratón de estudio, nos encontramos a la pobre Alice que no había comido prácticamente nada porque no tenía beca en la universidad y tenía que buscarse la vida.

Cuando nos lo contó, se nos partió el alma, así que enseguida nos volcamos con ella, y le dijimos como dirían los gallegos: "NUNCA MAIS".

Le dijimos que a partir de entonces, todos los días se vendría a almorzar con nosotros. Ella no sabía cómo iba a poder entrar al comedor, pues no tenía la tarjeta de comedor, necesaria para tal efecto. Entonces le enseñamos nuestra colección de tarjetas, unas verdaderas y otras falsas, las cuales utilizábamos para poder disfrutar de la posibilidad de comer en más de una ocasión, sobre todo esas veces en que nos quedábamos con hambre, o que se daba el milagro de que la comida estuviera más buena de lo normal, es decir, que hubiera pollo frito, o helado de postre, o algo así.


Al día siguiente ya estaba la austriaca comiendo con nosotros y disfrutando de la picarezca cubana. De todos modos habíamos hecho amistad con la mujer que marcaba la entrada al comedor. A veces nos miraba como diciendo: "¿y esta quién es?, o con cara de: "esta tarjeta es falsa", o "le han borrado la marca que le hice", pero la mirábamos con carita de hambre, y ella nos dejaba pasar casi siempre, eso sí, sin abusar.


También quisimos que Alice dejara de pagar los 180 dólares que pagaba por el alquiler de una habitación en una casa del barrio habanero del Vedado. Quisimos llevarla a vivir a nuestra residencia estudiantil, pero nunca la llegamos a convencer. Ya le teníamos preparado habitación y nos habíamos puesto de acuerdo para que nunca se quedara sin comer. Al final, ella consiguió un alquiler más barato, de unos 80 dólares al mes y allí se quedó.


No obstante, Alice también hizo lo suyo para que todos la quisiéramos y para robarnos a todos el corazón. Cuando terminó la primera semana de clases, aquel viernes ella nos dijo:

"Están todos invitados a una fiesta que daré en mi casa".

Nos quedamos sorprendidos, pero allí nos aparecimos y la pasamos de lo más bien.

Otra de las cosas que hizo Alice fue comprarse un diccionario de habla vulgar cubana y se puso a aprender toda aquella jerga, impropia dentro del ámbito universitario, pues eran expresiones más relacionadas con el idioma carcelario o de esos barrios más bajos.

Así que verla llegar y decirnos de pronto: ¡Qué bolá, asere! era para partirse de la risa.

Nunca se me olvidará que cuando terminó el curso me dijo que quería visitar mi ciudad natal. Le dije que sí, que podía ir, pero no me imaginaba que dos días después de llegar yo a mi pueblo, llegaría ella con otra amiga nuestra. Se pasaron en Trinidad un fin de semana y nos paseamos y nos divertimos mucho.

Hace poco volví a dar con ella a través de la red, y me ha mandado esta foto, que espero no le importe que la comparta con mis escasos lectores. Desde aquí, si es que por esos azares de la vida llega a leer estas páginas, le mando un beso grande con todo mi cariño y el de todos nuestros compañeros de la facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de la Habana, que nunca la olvidaremos.

TADEO

martes, 17 de abril de 2007

CONDONES

Habitación en penumbras. Dos cuerpos jugaban a amarse en medio de una tarde cualquiera. Las ropas iban cayendo nerviosas por doquier. Un par de cuerpos desnudos bailando la danza del deseo, del placer, del amor. De pronto, la voz de ella provocó un parón en seco:
-¿Tienes condones?
Volví a utilizar mis neuronas. Rebusqué en el sitio de mi armario destinado a ellos y nada, se habían acabado. La miré en silencio, pero con una de esas miradas pícaras que se podía entender como un:
¿Entonces qué, nos arriesgamos?
Pero aquella chica no era de correr riesgos:
-Sin condones no hay sexo.

Salí corriendo escaleras abajo al tiempo que conseguía acordonarme los zapatos y poner a buen recaudo mi erección de manera tal que no se notara demasiado. Creí que a lo mejor no sería ni siquiera necesario llegar a la farmacia. Contaba con que alguien en el camino me dejara un preservativo salvador, porque al fin y al cabo estábamos en una residencia estudiantil de una universidad cubana, y en Cuba ya se sabe, ¿y las historias de amor no tienen que tener un final feliz? ¿Acaso esta no lo era?
No hubo suerte. De repente estaba ya frente a la puerta acristalada de la farmacia. Allí mismo aparecieron mis miedos. Siempre sentí pánico a la hora de comprar preservativos. Me daba mucha vergüenza. Pero tenía a la chica desnuda y caliente en mi cama esperando y no podía fallarle, y más aún, no podía fallarme a mí mismo, porque no me lo perdonaría.
Lo ideal en estos casos era encontrarse el establecimiento vacío, pero aquel no era mi día, había 4 personas. Me puse en la cola deseando más que nunca no hacerme notar. Pero como al que no quiere caldo le dan tres tazas, sucedió que la mujer que compraba delante de mí se encontró con que las medicinas recetadas por el médico, estaban en falta en la farmacia.
Tratando de ayudarla, la farmacéutica le comentó:
-Tenemos un medicamento similar a éste que te han recetado, pero no te lo puedo despachar sin la receta del médico, así que lo que puedes hacer es ir donde tu médico, para que te la dé, y entonces ven, que yo te lo vendo.

A pesar de la amabilidad de la boticaria, la idea de tener que regresar donde el médico, no le pareció nada agradable a la buena señora, así que dio media vuelta y se dispuso a marchar al tiempo que profería todo tipo de increpaciones:

-Esta farmacia deberían cerrarla porque uno nunca consigue lo que busca. Esto es una mierda, etc, etc.La farmacéutica, haciendo oídos sordos, se dispuso a atenderme. Yo le dije con un hilo de voz casi imperceptible (típico de mí en estos casos)

-Condones, por favor.
Pero la señora ya mencionada, no se marchaba de allí y seguía vociferando e increpando a la farmacia y al sistema de salud cubano y hasta a Fidel Castro, que en Cuba la gente cuando se altera termina mencionando a todo el mundo.Entonces la farmacéutica ya no pudo más y se le enfrentó:
"Mire, compañera:(típica frase cubana)mientras quede un solo medicamento en la farmacia, este establecimiento no se va a cerrar. Mire a este chico, mírelo( se refería a mí) ha venido a comprar condones y los hay, y hay que vendérselos.

Para entonces ya había llegado a ese sitio mucha gente advertida por los gritos de aquellas mujeres. Por más que intenté pasar inadvertido, me encontré en el centro de la escena. Cosas que pasan. Ahora lo recuerdo con cariño. Eso sí, no podría decirles si al regreso hubo sexo o no.

TADEO

LA LADRONA

Dijo en su día el Ché Guevara que resultaría sano para la juventud cubana mezclar el estudio con el trabajo, para así ir forjando en las nuevas generaciones de jóvenes educados bajo el pensamiento revolucionario y comunista la conciencia de productores, dejando de lado la conciencia capitalista de consumidores. En virtud de esta idea todos los años miles de jóvenes pasaban en determinadas épocas, por los muchísimos campamentos de trabajo diseminados a lo largo y ancho de la isla.

Habían transcurrido ya los 15 días de trabajo y nos disponíamos a abordar los autobuses que nos llevarían de regreso a casa cuando se me acercó Mercedes, una de las amigas inseparables de mi novia, y me llamó para hablar aparte. Salí de la fila y me dijo:

-Quiero pedirte un favor. Es que he metido en mi mochila la almohada que me dieron aquí en el campamento. He dormido con ella estos 15 días y me gusta mucho y no quiero desprenderme de ella. Pero temo que me sorprendan robándomela. Por favor, súbeme tú al autobús mi equipaje.


No podía creer lo que estaba escuchando. No me parecía bien la actitud de aquella chica, así que estaba decidido a no prestarme para aquel hurto. por tanto, procurando no ser grosero le respondí:

- Mercedes, por favor, no me pidas algo así. Sabes que soy muy cobarde para estas cosas, además de no parecerme bien que te lleves esa almohada que no es tuya y que aquí la necesitarán los próximos estudiantes que vengan.

Diciendo esto, desapareció de mi vista decepcionada.Al llegar al pueblo esperé para reunirme a solas con mi novia y le dije:

-Laura, esa amiga tuya, la Mercedes, es tremenda. ¿Sabes lo que me pidió antes de salir del campamento? Que le metiera en el autobús su mochila con la almohada que se había robado de allí. Mi novia me miró indiferente y me dijo:

-No te escandalices, que yo también me he llevado la mía.


TADEO

LOS ESCLAVOS


Aquella mañana llegaba a mi trabajo como de costumbre. Era profesor de un instituto preuniversitario, un profesor joven, recién graduado, y ya sabemos como te comen tus alumnas con la mirada. Esas chicas de entre 15 y 17 años, para quien más que su profesor, eres sobre todas las cosas, un referente masculino.

Una de ellas, seguramente la líder del grupo, se me acercó intentando entrar en confianza y me dijo:

-Profesor, debería preocuparse un poco más por lavar sus zapatillas deportivas, pues están un poco sucias y eso no se ve bien.

Si uno es profesor, y sobre todo, si es profesor de filosofía, debes saber que necesitas respuestas para todo. No luce nada bien que te dejen indefenso, así que como buen hijo de la diosa Sofía, tenía una respuesta preparada para este tipo de sugerencia referida a mi higiene personal:

-Mire alumna, mis zapatos son mis esclavos. Los tengo porque me sirven, porque me son útiles. Yo nunca seré esclavo de mis zapatos. No voy a vivir para estarlos limpiando constantemente. Tengo cosas más importantes a qué dedicarle mi tiempo.

Al día siguiente y desde entonces tuve que escuchar a mis alumnas comentar:

-“Por ahí viene el profe con los esclavos”.


TADEO

domingo, 15 de abril de 2007

NO HAY CAMBIOS


Lentamente llegaba el tren a aquella estación intermedia. Comenzábamos a desperezarnos y nos disponíamos a bajar y a estirar las piernas por los menos durante los 15 minutos que duraba aquella parada reglamentaria.

No me pregunten por qué, pero tenía deseos de beberme una coca cola, así que en cuanto el gusano férreo se detuvo, salí como una bala rumbo a la cafetería de la estación. ¡Maldición! Había allí una buena cola, y yo con mis deseos de beberme el universal refresco gaseoso.

Lo siento, pero estoy enganchado a la coca cola, y necesitaba beberme una. Así que imaginando el sabor del preciado líquido en mi garganta, las burbujitas en mi boca, el frescor inigualable de aquel trago mágico, me dispuse a esperar mi turno.

Los minutos pasaban veloces. Con el rabito del ojo vigilaba mi medio de transporte, no fuera a ser que me dejara allí tirado en aquel pueblo del demonio. Por fin me tocó pedir:
-Una Coca Cola bien fría, por favor.

Extendí desesperado un billete de 5 dólares. El barman inexpresivo extendió su mano y me trajo lo que le había pedido. Sin esperar un instante la abrí y bebí un trago largo. No tenía mente para más nada ni para más nadie. Pobre de mí. La Coca Cola había nublado mi mente y ese fue mi error. El barman se me quedó mirando con cara de santo. Un par de minutos para que se marchara el tren. Entonces aquel señor sabiéndome hipnotizado y sin tiempo para más, hizo su jugada maestra:-Señor, lo siento, pero no tenemos cambios.


TADEO

EN LAS NUBES







Hacía calor en la Habana aquella tarde en que me esperaban en “Las Nubes”, un barrio periférico de La Habana. Había prometido pasar por allí antes de marcharme del país para despedirme de mis familiares de la capital. Ellos me habían explicado cómo llegar hasta allí, así que tomé el autobús indicado y luego de unos 20 minutos de recorrido decidí preguntar a alguien para que me indicara dónde debía bajarme. Me dirigí a una chica que estaba a mi lado y le dije:-Hola, ¿me podría decir dónde tengo que bajarme para ir a “Las Nubes”?La chica se me quedó mirando como si hablara con un extraterrestre. Yo no entendía nada, así que mi cara reflejó al instante la extrañeza.-¿Tú vives en el extranjero, verdad? Dijo ella.-Si, así es, mentí.-Es que este barrio no se llama “Las Nubes”, se llama “El Cielo”.


TADEO

EL PRIMER BESO



Es imposible olvidar el primer beso. Este, casi siempre, feliz acontecimiento, llega por lo general, a una edad en la que apenas ponemos los pies sobre la tierra. Andamos como flotando, con la cabeza chocando con las nubes.Aquella tarde llegó a casa mi amigo Jorgito, y todo emocionado me dijo:-Hoy daré mi primer beso.-No te creo, dije yo.-Que sí, que sí. Todo lo tengo bien amarrado. Somos cuatro chicos y cuatro chicas, y esta noche a las 9, nos veremos para besarnos y abrazarnos durante horas, ya sabes. Esta vez nada puede fallar.Lo noté tan seguro que empecé a creerme aquella historia. Así que le dije: -Pues me alegro mucho por ti. Disfrútalo, ya sabes. Te me estás haciendo un hombre. Quisiera poder verte por una rendija para no perderme ese momento.Entonces dijo él:-Si quieres, podrás verlo todo, pues hemos quedado con ellas en el parque de la zona vieja, y siempre y cuando te mantengas posicionado en un lugar estratégico, podrás verlo todo de primera mano. Así que si quieres, esta noche paso a por ti.Acepté la invitación. Aquello no iba conmigo, pero algo de morbo ya sentía.Llegó la hora de marchar. Los cinco amigos enrumbamos hacia el parque del casco viejo. Mis cuatro amigos, entre ellos, mi querido amigo Jorgito, trazaban sus estrategias para esa noche mágica de besos y tocamientos.Una vez allí me coloqué a distancia en un lugar con una vista privilegiada, desde donde podía otear todo el parque. Así que mis cuatro amigos se adelantaron hasta el punto exacto de la cita.Las chicas fueron puntuales. Allí estaban dispuestas a pasárselo bien. Pero de repente sucedió algo inesperado. Vi a lo lejos como Jorgito abandonaba el grupo y se acercaba a mí con cara de tristeza.-¿Qué ha pasado? Le pregunté yo todo intrigado.-Nada, que la chica que me correspondía te ha visto y dice que prefiere contigo. Vaya, las ironías del destino. Nunca sospeché que el del primer beso sería yo.


TADEO

HÉCTOR MIRANDA REGUERA



Héctor Mirada es el poeta más famoso y emblemático de Trinidad de Cuba. Nació en 1956 y es uno de los poetas locales más laureados y publicados, también es uno de los más reconocidos.

Tiene publicados 4 libros de versos, a saber:
1-El tibio secreto de la palabra viento (1991)
2-Manual de las brujas (1997)
3-Última reflexión en la colina (1997)
4-El pez en la colina (2001)

Todos estamos de acuerdo en considerarlo nuestro ídolo local de la poesía. Pero sobre todas las cosas, Héctor es mi amigo, uno de esos amigos insustituibles e inimitables. Esta foto se la hice en su casa la última vez que lo vi. Allí sentado en su butaca, hemos conversado millones de veces de nuestras cosas. Su casa, aunque bastante destartalada, siempre fue el refugio de rockeros, poetas, rosacruces, amigos de tragos, y seres de los más disímiles pelajes. Pasar por allí significaba casi siempre, sumarse a tertulias improvisadas donde nos la pasábamos genial con la presencia de tan singular anfitrión.

A pesar de su escasa formación académica, (me refiero a títulos universitarios y demás) Héctor Miranda es un hombre de vasta cultura. En cuanto entablas con él una conversación sobre literatura, adviertes que ha leído mucho y de todo un poco.
Poéticamente hablando, ha sido capaz de buscar influencias en lo mejor de la poesía española de sus tres grandes momentos: el siglo de Oro, la generación del 98 y la generación del 27.

Ha pasado ya más de un año desde la última vez que lo vi. Su salud un tanto debilitada por la mala vida que siempre se ha dado, empezaba a machacarle, sobre todo la vista. Temía perder completamente la visión.

Sin embargo, seguía tan enamorado del verso como siempre, y tan propenso a enamorarse de cuanta chica hermosa se le acercara.

Por todos es conocida su afición al alcohol, con la cual hace años pretende borrar el lado más triste de su memoria.

Pasaba yo a menudo por su casa, situada en la calle del Aguacate, y me lo encontraba bebiendo en soledad, o a veces compartiendo lo que fuera, casi nunca bebidas “decentes” con sus amigos y admiradores. Me sentaba y comenzaba la cháchara, que se extendía durante horas.
A veces salíamos a la calle y gritábamos: ¿Algún testigo de Jehová, que quiera venir a discutir de la Biblia?

Nos divertíamos mucho. Miranda es un hombre de un fino humor, el cual no pierde, ni siquiera llevando la cabeza sumergida en alcohol.

Recuerdo que una vez me contó que tenía encima una maldición que consistía en que siempre le ocurrían desgracias el día de su cumpleaños. Yo no quise creerle, así que le dije:
-El día de tu próximo cumpleaños, vendré a invitarte a cenar, y nos pasaremos el día juntos.

Así lo hice. Nos fuimos de paseo. Lo llevé a comer al CUPET, una cafetería con servicio en “moneda dura”, y una vez allí le dije que comiera y bebiera todo lo que quisiera. Fue una hermosa velada. Casi ya lo había convencido de que el hechizo se había roto. Lo dejamos en su casa y nos marchamos.

Al día siguiente Héctor se despertó con deseos de beberse una taza de café, pero como no había en su casa, salió a la calle a comprar. Pero por desgracia para él, salió sin camisa, algo típico de él, y la policía lo sorprendió y le puso una multa, puesto que en Cuba sólo se puede ir sin camisa en las zonas de playa.
En cuanto me vio, me dijo: “¿Ya ves que la mala suerte me persigue? Si no fue el día de mi cumpleaños, Dios me lo guardó para el día siguiente.


No quiero terminar estas palabras sin ofrecerles uno de sus poemas más famosos. Que lo disfruten.

ÚLTIMA REFLEXIÓN EN LA COLINA

He esperado por Dios sentado en el camino,
le veo andar de noche por la playa,
perseguido por todas las nostalgias del mundo.
He llorado y no sé si las lágrimas puedan
contener el azul que siempre nos devora.
He esperado por él sentado en la ventana
y es su ruido de amor apenas lo que llega
como un sordo latido de corazón cansado,
algún color sin nombre, un rumor sin fronteras.
Como un árbol que crece, patria donde los vuelos,
aire de tren lejano en aldeas de sueño.
He llorado por ti, que no alcanzas a verme,
que no puedes tocarme, perdida en la engañosa
lucidez de tus gestos, extraviada en la simple
suerte de los mortales.
Alguien abre la luz que da al mar y la vida
es un hombre sin manos que acuna su esperanza,
es el que estuvo siempre en el mejor intento,
en el roce más hondo,
y todo era cristal cuando debió ser sombra,
y su boca de amante ordenaba el crepúsculo
para que no perdiéramos
el precario equilibrio de nuestras oraciones,
para que no apostáramos a la muerte
del hombre que creyó en el amor,
y nunca más volvió, borrados los caminos.
En mi bolsa me quedan sólo cuatro canciones,
No le temo al silencio ni a las olas del sueño,
en mi sombra descubro la luz de otros paisajes,
las colinas lejanas de mi primera muerte,
en mi torre de huesos no me tocan las aguas,
ese río soy yo y navego conmigo.
No me llames, no intentes conjurar mi saliva,
soy una flecha rota dibujada en la piedra,
un hombre en la colina.
La vejez de mis ojos pesa en todas mis horas,
La espuma me persigue y yo no doy contigo,
tan inmensa es la dicha.
Cuando voy a los puertos los barcos cantan solos,
se quejan por sus viejas heridas de salitre.
Yo me parezco a ti de tanto que he nacido
de tanto que he partido en busca de los hombres,
pero los hombres nunca están donde los mapas,
hacen tenues dibujos de los ríos en la niebla,
soy un hombre sin rostro que no encuentra palabras,
confundo las canciones que descifran la vida.
Ahora parten de mí los ojos que no tuve,
camino por el bosque, pero nadie me ve,
no estoy en las baladas ni en pálidas muchachas,
no tengo minerales, ni duendes, ni escondrijos,
un hombre nada más, que camina en el bosque,
una suma pequeña de hambre y desaliento,
y yo no doy contigo perdido en esta historia,
y yo no doy contigo mientras salmodio en el frío.
La colina es eterna: tú y yo, sólo pretextos,
Su amor es como un río cálido que nos mira,
Va alisando los pliegues, las roturas, el miedo,
Nos eleva a su rostro como una madre tierna.
Callado y sonriente, la savia de los días le salpica los árboles,
Árboles detenidos en alguna palabra,
un gesto, algún aroma que ahora no recordamos
porque el tiempo no importa.
No importa, ni me invento esta historia de amor.
Yo hice posible un puente, una verdad, una estrella
Yo no sé si mi oficio fue andar a la deriva,
Cantar o ser feliz de algún modo terrible,
Apenas he aprendido a no extraviar mi nombre,
A exigir mi porción de odio o benevolencia,
ya no sé si mi meta fue llegar a los dioses,
o encender una luz para que alguien tropiece
y se haga la sombra donde estaba prohibido.
Ya no sé nada y es como saberlo todo.
Tu sabor a paisaje aprieto entre los dedos,
como un ajo pequeño me ve desde la mano,
él permanece siempre detrás de mis palabras,
en él caen las estrellas que no tuve en mis sueños.
Estoy solo y callado como un pozo sediento,
estoy solo y callado viendo pasar las nubes,
por el mar de mis ojos pasan veleros rotos
a la luz, tengo frío.

Héctor Miranda Reguera.
Para contactar con Héctor Miranda puede escribirle o visitarlo en:
Dirección Particular:
Calle Pedro Zerquera #358
Entre Simón Bolívar y Francisco Javier Zerquera
Trinidad. Sancti Spíritus Cuba. CP: 62600.

jueves, 5 de abril de 2007

EL MALECÓN DE LA HABANA




¿Cuántas veces me habré sentado a lo largo de mi vida en este muro del malecón de la Habana? No lo sé. Muchas, muchísimas veces. No soy habanero. Nací en Trinidad, en el centro de la isla, pero como estudié la carrera en la universidad de la Habana, viví en esta ciudad 5 largos años.
Luego, una vez graduado, mis pasos me llevaban a la Habana con frecuencia por muchos motivos. Creo que todos se resumen en uno: La Habana es una ciudad que engancha, que tiene magia, que una vez que la conoces, prefieres identificarla con la esencia de tu isla, más que con cualquier otro de sus pueblos, porque a fin de cuentas, es la capital y la gran ciudad de Cuba.

Creo que todos los cubanos nos sentimos orgullosos de contar en la isla con una ciudad como La Habana. Una ciudad llena de contrastes y como paralizada en el tiempo, donde el deterioro que sufre no acaba de eclipsar su belleza y su encanto.

Cada trozo de este inmenso malecón me trae a la mente muchísimos recuerdos. Este que se ve en la foto, por quedar relativamente cerca de la Rampa, es decir, de la calle L, una de las más importantes del barrio habanero del Vedado, era uno de los que más frecuentaba. Muchas veces me senté con amigos, con mi pareja, y también en soledad frente a las aguas del mar.

Mirar a lo lejos, es una manera de darle la espalda a la ciudad, que es como darle la espalda a tu vida, y hacerlo, a veces ayuda a renovar fuerzas y a regresar a tu vida con las pilas cargadas.

Alguna vez, ya con la nacionalidad española en el bolsillo, volví a sentarme en el malecón, y volví a mirar a lo lejos cómo se daban la mano cielo y olas, y como el sol se perdía rojizo en las aguas del Mar Caribe, y me preguntaba yo si me encontraba en una esquina del mundo, o si ese muro, ese sitio exacto podía ser perfectamente el centro del planeta, y aunque parezca de locos, terminaba respondiéndome que sí.

EL RON DE CUBA




Tal vez deba decirles que yo no bebo apenas. Rara vez se me ve "empinar el codo". Sin embargo, desde que vivo en España la bebida y yo nos llevamos muy bien. En España hay un bar cada dos pasos. Esto es algo que llama mucho la atención a un cubano, puesto que en Cuba no existen tantos, ni tenemos esa cultura de bares tan típica de aquí.

Sin embargo, cada vez que entro a un bar, aunque jamás se me ocurriría matar la nostalgia pidiendo un doble de Havana Club, sí miro la colección de bebidas cubanas. A veces hasta le digo al camarero, todo orgulloso: Ahí tienes detrás un pedacito de mi país".

Es un truco más que me he inventado para sentirme cerca del terruño, y me funciona.

MI CUBA LINDA


La primera vez que puse un pie fuera de Cuba, fue en 1998. Viajé a España para reencontrarme con Julia, mi entonces novia y hoy esposa. Desde entonces se abrió ante mis ojos una nueva manera de pensar y mirar a mi país: la mirada de la nostalgia.


Durante esos dos meses apenas tuve tiempo para echar de menos a mi tierra, pero sería un buen ejercicio preparatorio para lo que vendría después: el quemar las naves, el salir de allí para volver sólo por cortos períodos de tiempo.

Hoy, desde la "madre patria" cierro los ojos para recordar todo eso que he vivido, y que tiene como escenario la gran isla del Caribe donde nací.


Para mi isla, mis primeros recuerdos a toro pasado.


En este blog el lector encontrará una pincelada de mis recuerdos, mis reflexiones sobre lo vivido y todo lo que se me pase por la mente y crea digno de compartir.


Y aquí les va la primera anécdota:

Estando en España, durante mi primer viaje de 2 meses, me puse a ver la televisión y de pronto salió un muro, un muro en primer plano que lo más lógico era que no le produjera a nadie emoción alguna. Yo, sin embargo, salté de mi asiento y grité: "Eso es Cuba". Todos me miraron sorprendidos. Unos minutos después comprobamos que efectivamente, se trataba de una vista de la muralla de la Habana.

Ese día comprendí que cuando estás fuera de tu país, comienzas a verlo diferente, como si cada muro, cada calle, cada farola, te perteneciera de un modo especial. Es entonces que abres los ojos a esa isla que llevas y llevarás dentro de ti para siempre.