domingo, 15 de abril de 2007

NO HAY CAMBIOS


Lentamente llegaba el tren a aquella estación intermedia. Comenzábamos a desperezarnos y nos disponíamos a bajar y a estirar las piernas por los menos durante los 15 minutos que duraba aquella parada reglamentaria.

No me pregunten por qué, pero tenía deseos de beberme una coca cola, así que en cuanto el gusano férreo se detuvo, salí como una bala rumbo a la cafetería de la estación. ¡Maldición! Había allí una buena cola, y yo con mis deseos de beberme el universal refresco gaseoso.

Lo siento, pero estoy enganchado a la coca cola, y necesitaba beberme una. Así que imaginando el sabor del preciado líquido en mi garganta, las burbujitas en mi boca, el frescor inigualable de aquel trago mágico, me dispuse a esperar mi turno.

Los minutos pasaban veloces. Con el rabito del ojo vigilaba mi medio de transporte, no fuera a ser que me dejara allí tirado en aquel pueblo del demonio. Por fin me tocó pedir:
-Una Coca Cola bien fría, por favor.

Extendí desesperado un billete de 5 dólares. El barman inexpresivo extendió su mano y me trajo lo que le había pedido. Sin esperar un instante la abrí y bebí un trago largo. No tenía mente para más nada ni para más nadie. Pobre de mí. La Coca Cola había nublado mi mente y ese fue mi error. El barman se me quedó mirando con cara de santo. Un par de minutos para que se marchara el tren. Entonces aquel señor sabiéndome hipnotizado y sin tiempo para más, hizo su jugada maestra:-Señor, lo siento, pero no tenemos cambios.


TADEO

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