martes, 17 de abril de 2007

CONDONES

Habitación en penumbras. Dos cuerpos jugaban a amarse en medio de una tarde cualquiera. Las ropas iban cayendo nerviosas por doquier. Un par de cuerpos desnudos bailando la danza del deseo, del placer, del amor. De pronto, la voz de ella provocó un parón en seco:
-¿Tienes condones?
Volví a utilizar mis neuronas. Rebusqué en el sitio de mi armario destinado a ellos y nada, se habían acabado. La miré en silencio, pero con una de esas miradas pícaras que se podía entender como un:
¿Entonces qué, nos arriesgamos?
Pero aquella chica no era de correr riesgos:
-Sin condones no hay sexo.

Salí corriendo escaleras abajo al tiempo que conseguía acordonarme los zapatos y poner a buen recaudo mi erección de manera tal que no se notara demasiado. Creí que a lo mejor no sería ni siquiera necesario llegar a la farmacia. Contaba con que alguien en el camino me dejara un preservativo salvador, porque al fin y al cabo estábamos en una residencia estudiantil de una universidad cubana, y en Cuba ya se sabe, ¿y las historias de amor no tienen que tener un final feliz? ¿Acaso esta no lo era?
No hubo suerte. De repente estaba ya frente a la puerta acristalada de la farmacia. Allí mismo aparecieron mis miedos. Siempre sentí pánico a la hora de comprar preservativos. Me daba mucha vergüenza. Pero tenía a la chica desnuda y caliente en mi cama esperando y no podía fallarle, y más aún, no podía fallarme a mí mismo, porque no me lo perdonaría.
Lo ideal en estos casos era encontrarse el establecimiento vacío, pero aquel no era mi día, había 4 personas. Me puse en la cola deseando más que nunca no hacerme notar. Pero como al que no quiere caldo le dan tres tazas, sucedió que la mujer que compraba delante de mí se encontró con que las medicinas recetadas por el médico, estaban en falta en la farmacia.
Tratando de ayudarla, la farmacéutica le comentó:
-Tenemos un medicamento similar a éste que te han recetado, pero no te lo puedo despachar sin la receta del médico, así que lo que puedes hacer es ir donde tu médico, para que te la dé, y entonces ven, que yo te lo vendo.

A pesar de la amabilidad de la boticaria, la idea de tener que regresar donde el médico, no le pareció nada agradable a la buena señora, así que dio media vuelta y se dispuso a marchar al tiempo que profería todo tipo de increpaciones:

-Esta farmacia deberían cerrarla porque uno nunca consigue lo que busca. Esto es una mierda, etc, etc.La farmacéutica, haciendo oídos sordos, se dispuso a atenderme. Yo le dije con un hilo de voz casi imperceptible (típico de mí en estos casos)

-Condones, por favor.
Pero la señora ya mencionada, no se marchaba de allí y seguía vociferando e increpando a la farmacia y al sistema de salud cubano y hasta a Fidel Castro, que en Cuba la gente cuando se altera termina mencionando a todo el mundo.Entonces la farmacéutica ya no pudo más y se le enfrentó:
"Mire, compañera:(típica frase cubana)mientras quede un solo medicamento en la farmacia, este establecimiento no se va a cerrar. Mire a este chico, mírelo( se refería a mí) ha venido a comprar condones y los hay, y hay que vendérselos.

Para entonces ya había llegado a ese sitio mucha gente advertida por los gritos de aquellas mujeres. Por más que intenté pasar inadvertido, me encontré en el centro de la escena. Cosas que pasan. Ahora lo recuerdo con cariño. Eso sí, no podría decirles si al regreso hubo sexo o no.

TADEO

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Tadeo, muy divertida tu anécdota; me sentí identificada en algo parecido. Una vez cuando creí estar embarazada sin haberme casado, me decidí a llevar mi frasquito a un laboratorio, lejos de mi casa, para saber si estaba o no, y cuando llego a la mesa de entrada una vecina era la recepcionista; dí media vuelta y me fui a mi casa a tirar el frasco y a buscar otro laboratorio más lejos todavía.
Un placer leerte.
Otal.

JOSÉ TADEO TÁPANES ZERQUERA dijo...

Vaya, qué cosas. Lo tuyo fue peor, jejeje. Un abrazo y gracias por pasar.
Tadeo