sábado, 2 de junio de 2007

LA BOTELLA


LA BOTELLA
La botella en Cuba no es un recipiente de cristal, plástico u otro material afín, donde se guardan rones y refrescos. La botella es lo que los europeos llamamos autostop. Tener que viajar de este modo puede ser una verdadera odisea. Esperar que pase un transporte que te quiera llevar para donde tú vas, o que al menos te adelante un trozo de camino, es para volverse locos. Y si eres hombre, lo tienes peor, porque a las mujeres las paran más, por razones obvias. Eso sí, para las féminas, viajar de este modo, sobre todo si van solas, es un peligro tremendo. Una chica sola en medio de una carretera desierta, siempre es un peligro para ella, pues puede encontrarse con algún desalmado que intente aprovecharse de ella. Así que cuando una mujer ve que comienza a obscurecer, y ella sigue ahí sin conseguir que se la lleven, se pone de los nervios.
A mí me pasó una vez que dos compañeras de la universidad (bellísimas las dos, por cierto) me pidieron que las acompañara en un viaje en botella, de la Habana a Santi Spíritus. Yo nunca viajaba de ese modo, pero al final me convencieron, y me fui con ellas. Pero estando a unos 40 km de la Habana, ellas pararon un camión que se las llevó a las dos, y a mí me dejaron allí. Unos 20km más alante, me las volví a encontrar, en una gasolinera, y me dijeron que no pudieron hacer nada para que me llevaran, que el chofer arrancó y que no les hizo caso. Una de ellas ya había conseguido un coche que la llevaría a su ciudad, pero no quería dejar allí sola a su amiga, así que en cuanto me vio aparecer, se perdió de allí en su botella.
Nosotros dos seguimos intentando parar algún vehículo. Por fin paró uno, pero se la quiso llevar sólo a ella, y la chica, temerosa, se bajó de aquel coche unos 200 metros más allá. Regresó a donde yo estaba y terminamos cogiendo un camión, algo más grande que el de la foto. Estaba todo lleno de lodo, pero terminamos durmiendo en el suelo. Ella sobre mí, y yo, vigilando su sueño y su belleza surrealista en aquellas condiciones. LLegamos a Santi Spíritus después de haber recorrido unos 250 km. Allí curiosamente, me paró a mí, y no a ella, un coche de un oficial del ejército, que iba a una velocidad endiablada, pero que nos dejó sanos y salvos en nuestra ciudad natal.
Lo curioso es que ahora mismo, me encantaría volver a subirme en un camión de esos, sólo por volver a meter adrenalina en mis venas y sentir en mi cara la brisa húmeda de la isla, con ese olor a guarapo de caña tan dulzón.
TADEO

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