
MIS EX ALUMNOS
Durante los 3 años que trabajé en Cuba como profesor de Historia y Filosofía, pasaron por mis manos cerca de 1000 alumnos. Yo no estudié una carrera de corte pedagógico, pero el profesorado es para los miembros de mi familia, como una especie de maldición, pues muchos de nosotros, de generación en generación, hemos ido gravitando a las aulas aún sin proponérnoslo. Incluso, mi hermana, la doctora, me ha dicho que está dando clases a estudiantes de la especialidad suya en medicina.

Los que siguen este blog, saben que acabo de regresar de Cuba. Cuando me monté en el avión y preparé mis baterías y la cámara fotográfica, me propuse hacer fotos a todos los que me encontrara por la calle. De este modo, no tendría que hablar de mis ex alumnos sin que ustedes pudieran hacerse una idea de quiénes y cómo son.


A algunos me los encontré casados y con hijos, a alguna chica, embarazada y a punto de ser mamá, casi todos trabajando ya en sus respectivos oficios, y verdaderamente me sentí feliz y orgulloso de haber influenciado alguna vez en la educación de estos muchachos.

Cuando llegué a trabajar como profesor al instituto, un profesor amigo, me aconsejó que no me encariñara con mis alumnos. Me dijo que por lo general, ellos eran muy malagradecidos.
Me advirtió: “Te tratarán con respeto mientras seas su profesor. En cuanto dejes de serlo, te ignorarán o rechazarán”.


Incluso, a este chico descamisado y con un collar de santería al cuello, me lo encontré en una fiesta donde corría el ron en grandes cantidades. Tal vez por su estado de contentura, provocada por la bebida, hizo que pararan la música y dijo que quería comentarles algo a todos.

Dijo que allí con ellos, apenas sin llamar la atención, estaba un señor que había sido uno de los mejores profesores que él había tenido en su vida. Se puso a contar sobre mí, sobre mis particularidades como profesor y de la huella que había dejado mi trabajo en su corazón.

Fue muy emotivo, y de veras me sentí muy feliz y orgulloso viendo delante de mí, a este chico emocionado con mi presencia en aquella fiesta y diciendo todas aquellas cosas bonitas, esas cosas que no se pueden fingir, esas cosas que sólo pueden decirse si en realidad se llevan dentro.
TADEO




